miércoles, 6 de mayo de 2015

Imaginación.






Imaginación.
 
 






Estaba realizando mis  prácticas de residencia en segundo grado de la escuela "Gobernador Juan Bautista Bustos", la misma está ubicada en un barrio de clase media trabajadora de la capital de Córdoba.

Era el segundo día que trabajaba el género poético con los chicos y chicas, la poesía elegida para este día era "Canción de las preguntas" de José Sebastián Tallon. Mi idea era que chicos y chicas después de leer la poesía (en la cual se planteaban curiosas preguntas)  pudieran inventar algunas preguntas "disparatadas".

Plantee la actividad de una manera totalmente lúdica, ellos tenían que jugar y usar su imaginación, esto fue lo que más les costó a  los nenes. Necesitaban que yo les dijera exactamente sobre que quería que escribiesen, tenían miedo a equivocarse, no se animaban a usar su imaginación.

Esto me preocupo mucho, todos tenían entre siete y ocho años y les costaba muchísimo inventar algo por si solos. Comencé a darles algunos ejemplos que se me iban ocurriendo, como ¿Por qué en septiembre es primavera? ¿Por qué sale el sol?  De a poco chicos y chicas  se fueron animando a inventar.

Cuando realizamos la puesta en común surgieron preguntas y respuestas muy ocurrentes como: ¿Por qué es blanca la luna? ¿Por qué no puedo parar de pensar?, y muchas otras.

Por un momento había creído que los niños no se sentían con permiso para imaginar en la escuela, pero por fortuna ese día pudieron hacerlo.

Aquí les dejo mi relato en Prezi.


http://prezi.com/v-dzgnmu1oxr/?utm_campaign=share&utm_medium=copy&rc=ex0share
 



 
 
 
 

martes, 28 de abril de 2015

Cuando mi historia me alcanza...



Entre la educación rural y la urbana, entre el campo y la ciudad, entre el pasado y el presente...


A comienzos de este año, en el desarrollo del taller inicial del Profesorado de Educación Primaria, con mi colega decidimos trabajar desde la historia de la educación en nuestro país como punto de partida.
Cuando mi colega habló sobre su experiencia en educación rural y con gran emotividad se expresó sobre la nostalgia que le produjo ver a los niños alejarse en sus caballitos, en la soledad de esos caminos hacia sus hogares al final de la jornada, tan solitarios, tan vulnerables; una catarata de recuerdos se desató en mi mente, incontenible, pujante y arrolladora, las imágenes danzaban con vida propia, y el viaje de regreso a mi propia niñez fue desde todo punto de vista inevitable. Un viaje por los recuerdos, espiando el pasado y desempolvando momentos vividos que quedaron grabados en mi memoria, instantes compartidos que forjaron amistades verdaderas y perdurables… si cerrando los ojos casi puedo sentir la brisa agradable en el rostro al cabalgar en las cálidas mañanas de abril, acompañada por mi querido hermano, para vivir día a día la increíble experiencia de ser alumna de una escuela rural.
¡Cuánta diversión, cuanta ansiedad por encontrarnos con los compañeros, cuanta alegría de poder compartir, cuanta necesidad de contacto con otros niños! Y cuántas expectativas por aprender y escuchar los relatos de la “Seño” que venía de la ciudad.

Ir a la escuela era una aventura, los libros nos permitían soñar y descubrir realidades que solo existían en nuestra imaginación, ávidos de conocimientos en un aula multigrado con apenas 15 alumnos en total, lo que favorecía aun más el aprendizaje.
Fue entonces cuando comenzó a germinar la semilla de la vocación docente, producto de la admiración y valoración por el trabajo de aquella abnegada maestra. Recuerdo cuando organizó un viaje para visitar en la ciudad de Concordia un museo, recorrer la represa hidroeléctrica de Salto Grande aun en construcción, conocer el río y el hermoso parque San Carlos donde ahora también está la estatua del Principito, ver la ciudad, viajar en micro, diferenciar arroyos de lagunas que cruzábamos en el camino... ¡Cuánto trabajo extra, cuánta gestión y organización, cuánto esfuerzo, pero también cuán significativos los trabajos que surgieron a partir de la experiencia directa! Si debiera buscar un ejemplo para “aprendizaje significativo” sin duda recurriría a este paseo.


Hoy, cuando mi hermano ya ha partido definitivamente, estos recuerdos hacen que pensar en él sea algo grato, una caricia para mi alma dolorida, un soplo de frescos y naturales aromas campestres, sobre todo cuando estoy frente a un aula y debo pensar en dar algo más que una simple clase, o afrontar algún momento emocional, es entonces cuando siento que él está conmigo y me acompaña, que esa historia compartida construida entre risas y corridas hoy sigue viva y llega hasta mí para enriquecer mi presente. Esto define mi ser docente, y me ayuda en aquellas situaciones que necesitan consideración desde lo humano antes que desde cualquier otro aspecto.

Aquí comparto un prezi que pretende ilustrar este relato:






Prácticas Educativas

La Escuela Normal Superior “Tomás Godoy Cruz” de la provincia de Mendoza, es una institución a la que asistimos las personas que, en calidad de alumnos, aspiramos a ser docentes. Como la realidad educativa a la que apuntamos y en la que nos desenvolveremos es el nivel secundario en nuestra currícula existe una materia, denominada “Práctica e Investigación Educativa”, y que apunta a que tomemos los primeros contactos con esa realidad que como futuros profes nos espera. Uno debe ponerse en un papel un tanto incómodo y confuso. Hay que convertirse en un observador e investigador y meterse en un aula para ver qué pasa con estos muchachos a los que vamos a tener como alumnos en un futuro. A mí me tocó ir a observar un 2º año, en una escuela del departamento mendocino Las Heras llamada “Armando Tejada Gómez”.
Es curioso notar la diferencia entre cómo ve uno a un docente cuando es alumno y cómo cuando te reciben como a un futuro colega. En el primero de los casos los ves como a una autoridad. En el otro de los casos los ves con ojos misericordiosos, con esa sensación de piedad que te hacen dar cuando te advierten, con cara de terror, que “¡ay! Justo ése curso te tocó… Son terribles esos chicos, pensá bien si querés ser docente porque los pibes están indomables, etc, etc...”. Luego de tantas advertencias ingresé al curso tras un recreo, recuerdo. Claro que los nervios y la ansiedad fueron mis principales compañeros. Era el primer año en el que iba como observadora a un aula del nivel secundario. La profesora de la materia de Lengua, llegó al aula y se colocó de pie en mitad del curso y de frente a los alumnos, acto seguido me presentó y me invitó a que tomara asiento al fondo del aula. Allí me quedé, expectante de la clase. Ávida de ver a aquellos “salvajes” hacer sus gracias. La clase la voy describir tal cual fue. La profesora tomó entre sus manos un cuaderno y mientras que con la izquierda tomaba el libraco, con la otra mano escribía en el pizarrón. De esta forma lo llenó todo de tarea. En el primer medio módulo hizo lo que ya conté y se sentó a leer. En el segundo medio módulo, les dijo a los chicos que la tarea del día debería ser entregada antes de que terminara su hora. Pude hacer mis observaciones y mi trabajo de investigación. Pero esa primera instancia con la realidad educativa me dejó algo en claro, que nada tenía que ver con mi tema de observación; y es que el trabajo docente va más allá de ser un simple “transmisor de saberes”, y que por el contrario, es una tarea social ante todo, que requiere compromiso y que, estoy segura, si contamos con él en nuestra práctica docente probablemente lleguemos a la conclusión de que si hay salvajismo en nuestros alumnos debe de haber algo que también lo alimente.

lunes, 27 de abril de 2015

Experiencia Pedagógica


El día en que comienza esta historia estaba cursando mi último año del Profesorado en Enseñanza Primaria. Los meses pasaban, las prácticas se acercaban y los nervios aparecían ya que, tanto mis compañeras como yo, sabíamos que la escuela que nos designarían para hacer nuestra residencia sería una que se caracteriza, especialmente, porque los niños presentan una conducta bastante indisciplinada además de los escasos recursos tanto económicos como materiales.
Finalmente ese día llegó, la certeza de que todo salga perfecto no siempre sucede, y así fue; veintisiete alumnos de tercer grado estaban a mi cargo. La presión de la profesora de prácticas observándome al igual que la docente de grado y el grupo de estudiantes bastante heterogéneo, que no colaboraban para nada, no fue muy alentador.
Fueron pasando los días y comencé a utilizar diferentes estrategias para cautivar su atención y entusiasmo. Clases más dinámicas con diferentes materiales que, hasta ese momento, nunca habían visto en el aula.
Terminando casi septiembre comencé a planificar la clase del 12 de octubre. Quería realmente que los niños entendieran qué sucedió esa fecha, que no fuera un día más en el que se conmemora y luego pasa al olvido; así que entre los escasos recursos de la institución encontré un televisor, viejísimo pero televisor al fin y un reproductor de DVD. De esta manera, pensando qué podía hacer con ellos, extraje de un sitio de internet un video animado muy didáctico y no extenso, (era mi principal preocupación dada las características del grupo), sobre el tema. 
No voy a olvidar la cara de felicidad de esos niños sentados en el piso, mirando por primera vez “tele” en el aula. Después de ver el video, comentamos de qué trataba y demás, y lo más sorprendente es que habían comprendido todo como si lo hubieran visto millones de veces.

Además de sentirme totalmente feliz porque alcancé el objetivo que pretendía, me sentí aún más completa porque aprendí que no es necesario tenerlo todo para cautivar y entusiasmar a los chicos. Tan solo con los pocos recursos que tenemos podemos lograr lo que pretendemos y salir de la rutina de las clases, que es lo que más nos agobia. 

Florencia Della Valle.


domingo, 26 de abril de 2015

Sin lapiz, ni papel.

Un otoño del 2014 en la Provincia de Corrientes Capital, lo recuerdo tan bien, era de esos días donde el suelo se cubre del amarillo oro, de las hojas caídas, esa brisa que apenas se puede sentir, pero todos sabemos que esta, la podemos apreciar en el frio de nuestras mejillas y rojizo tono de nuestras narices. Tenía que ir cinco kilómetros hasta la escuela primaria “EL SANTO DE LA ESPADA” ubicada en la denominada y conocida zona de las mil, detrás del tanque de agua, a donde termina el recorrido del colectivo 104 “C”.  Debí salir de mi departamento como a eso de las seis y media, porque ocho menos cuarto debía llegar, tenía tanto miedo de llegar tarde,.
 Era primer día de clase como docente estaba llena de expectativas, mi primera clase, mi primer grupo de alumnos, ese día comenzaba mi rol  como MAESTRA, para la cual me prepare durante tanto, tanto  tiempo.  Cuando llego el momento tan esperado de dar ese paso a la docencia, me sorprendí, los  alumnos no tenían ni lápiz, ni papel, vi como todas mis expectativas quedaron en la nada.
Me llene de dudas,  sentía unas fuertes ganas de llorar, percibía como la angustia se apodero de mi cuerpo y su poder se reflejaba en el brillo de mis ojos. Al  encontrarme   ante dos opciones, me  retiro  o me convierto en docente. En ese preciso momento vi pasar todo mi sacrificio, lo que di, sufrí, padecí, prive, negué, acepte, compartí, extrañe, desarraigue, en fin viví como estudiante,  para  estar al frente de una clase, cara a cara a ese momento anhelado.
Fue posterior a esa introspección que  dije y me dije entonces… -¡Sea como sea pero hoy clases doy! Fue tan repentino casi sin pensarlo,  tome todas las decisiones urgentes, planifique la clase completa en la mente dejando de lado la secuencia de clases tan estudiada y autorizada por mi profesor de residencia.  Que comencé por  sentarlos  en ronda, tomé mi libro, comencé la lectura, el silencio abundo en esa aula fría y espaciada.
De pronto, como era sabido,   la lectura termino.  Ahí me encontré con ellos mis alumnos de sexto año “B”,  en aquel momento  surgió el dialogo con mucha fluidez alumnos, docente, pregunta va, respuesta viene, analizando el texto titulado “PERDER PARA GANAR” (http://www.shoshan.cl/reflexiones/perder_para_ganar.html  ), revisando el mensaje sublime que tenía para dar.
Una gran sorpresa me lleve, cuando empecé a dictar la actividad,  un chico dijo que necesitaba sacar sus útiles del armario para copiar. Sentí que mis ojos se salían del rostro, entonces conteste-Claro que si adelante retírenlas.
Sentí tal tranquilidad, que cuando volví a mirar a mi clase todos estaban escribiendo. Aprecié entonces que la decisión de permanecer adentro de esa aula fue la correcta. “La paciencia es una virtud docente” y  “El prejuicio un defecto social”.
Fue una de las experiencias más conmovedoras de mi profesión hasta el día de hoy, aclaro hasta el día de hoy, por qué los alumnos- ¡Siempre te pueden sorprender!

2 de abril de 1982


Hace  frío esta mañana de abril. Como todos los días salgo de mi casa rumbo a la escuela a las siete de la mañana. Ya no quiero ir a esta escuela: estoy cansada de que todos mis compañeros sean varones.
Hoy no tengo ganas de ir a clases porque ayer me hicieron pasar vergüenza el insoportable del Secretario y la preceptora Nenina, todavía no entiendo qué hice tan grave. Yo  estaba aburrida y me senté en el piso del patio, en ese momento apareció el Secretario Soler,  me levantó del piso de una oreja y me dijo que una “señorita” no se sienta en el piso, que parecía una “hippie”, que eso no se hace, que qué me creo yo. 
¿Tan malo es sentarse en el piso? Después me reclamó del cabello suelto, dijo que si volvía hoy   con el cabello suelto me lo iba a atar con alambre.
Son las nueve de la mañana, y no llegó la profesora de Literatura, hay alboroto en los pasillos. El director, el secretario, las preceptoras, algunos profesores… hablan en voz baja, espío desde la puerta, disimuladamente, si me ven asomando la nariz fuera del curso me van a poner amonestaciones. ¡Ahí vienen todos! Hacemos silencio.
Entra el Director, saluda y anuncia: “Cuando salgan de acá se van todos a la plaza 9 de julio. ¡Hoy es un día de fiesta para todos los argentinos! Hemos recuperado Las Malvinas”… silencio total en el curso. ¿Qué son las islas Malvinas? Nos preguntamos mirándonos desorientados. ¿Adónde quedan?, ¿qué significa que “las hemos recuperado”, de quién, para qué, porqué es una alegría…?.
Ella es bajita, regordeta y los ojos saltones, tiene una pollera negra recta que le llega hasta bajo la rodilla y un pullover blanco sin ningún adorno. Extiende el enorme mapa planisferio en el pizarrón y con una regla señala: “Estas son las  Islas Malvinas. Estaban en poder de los ingleses, pero hoy, nuestros heroicos soldados las han recuperado.”
¡Ahhhhh! (pensamos) ahí están, tan chiquititas y lejanas, tan extrañas a nosotros, la profesora nos habla del mar. ¿El mar? ¿Cómo será eso? Agua, mucha agua y barcos… nunca vimos algo así acá en Salta, acá estamos lejos de todo, lejos de Buenos Aires, lejos del mar, lejos de esas islas Malvinas, lejos de la guerra también. Pero está lindo esto de que nos vayamos a la plaza a festejar, nunca fuimos a la plaza a juntarnos todos, porque está prohibido, pero hoy nos dicen que “tenemos” que ir. No entiendo nada, por si acaso salgo y me voy a mi casa.

-¡Papá, nos largaron del colegio! ¡Dicen que vamos a la plaza! ¡Dicen que recuperamos las Malvinas, que hay que festejar, que se las quitamos a los ingleses!
- ¿Papá? ¿Porqué llorás?, ¿por qué me decís que no hay que festejar? ¿La guerra?, ¿qué es la guerra, papá?

- ¿Qué por fin se cae la dictadura? ¿Qué significa eso papá?

https://www.youtube.com/watch?v=dckfzJn_HdY

2 de abril de 1982


Hace  frío esta mañana de abril. Como todos los días de semana salgo de mi casa rumbo a la escuela a las siete de la mañana. Ya no quiero ir a esta escuela: estoy cansada de que todos mis compañeros sean varones, quiero tener amigas mujeres, compañeras para conversar en el recreo y para verlas los fines de semana. En esta escuela sólo hay varones. Encima me aíslan en el recreo: yo estoy con dos chicas más en el patio con rejas que da a la calle Tucumán y los varones están corriendo y jugando en la cancha de básquet. Ni siquiera puedo ir a comprarme algo hasta el kiosco porque está abarrotado de muchachos que no me dejan pasar.
Son las siete de la mañana y recién volveré a mi casa a las nueve de la noche, después del taller y de educación física. ¿Porqué insisten tanto con educación física? apenas somos tres chicas corriendo solitarias alrededor de la cancha. No podemos ni formar un mísero equipo para jugar a algo, pero el Director insiste en que es fundamental hacer gimnasia: “mente sana en cuerpo sano” dice.
Hoy no tengo ganas de ir a clases porque ayer me hicieron pasar vergüenza el insoportable del Secretario y la preceptora Nenina, todavía no entiendo qué hice tan grave para que me dejen parada sola en medio del patio, con la llovizna y el frío. Lo peor fue que todo el colegio pasaba delante de mí y se reían burlones. Resulta que yo  estaba aburrida y me senté en el piso del patio de mujeres a comer unas galletas, en ese momento apareció el Secretario, Soler creo que se llama,  y me levantó del piso de una oreja, me dijo que una “señorita” no se sienta en el piso, que parecía una “hippie”, que eso no se hace, que qué me creo yo. ¿Tan malo es sentarse en el piso? Después me reclamó del cabello suelto, dijo que si volvía hoy con el cabello suelto me lo iba a atar con alambre. Yo le creo, es capaz de todo, hasta el largo del guardapolvo controla.
En la primera hora, a las siete y veinticinco, tenemos matemáticas todos los días, con el profesor Fernández, ya sé de memoria lo que va a decir: - “Buenos días alumnos”, -“¡Buenos días profesor!” – “Tomen asiento, Ud. no señorita Egüe, dije “alumnos””, -“¡Buenos días señorita Egüe”. –“Buenos días profesor” – “Ahora sí, puede sentarse”, a continuación dirá: “Señorita Egüe, al frente”, ¡hace tres años que hace lo mismo, me toma lección todos los días a las siete y media de la mañana, después inicia la clase! No entiendo porqué lo hace, mi papá dice que está bien, que es para que aprenda, pero me angustia tanto estar parada ahí frente a cincuenta compañeros varones que se ríen bajito y disfrutan de todo más que yo.
Son las nueve de la mañana, y no llegó la profesora de Literatura, pero hay cierto alboroto en los pasillos. El director, el secretario, las preceptoras, algunos profesores… hablan en voz baja, espío desde la puerta del curso, disimuladamente, porque si me ven asomando la nariz fuera del curso me van a poner amonestaciones. ¡Ahí vienen todos para mi curso! Me siento y hacemos silencio.
Entra el Director, saluda formalmente, y a continuación anuncia: “Alumnos: van a tomar sus útiles y se van a retirar ahora mismo, pero antes la profesora de Formación Moral y Cívica les va a explicar algo, quiero decirles que hemos recuperado las Islas Malvinas. Cuando salgan de acá se van todos a la plaza 9 de julio. ¡Hoy es un día de fiesta para todos los argentinos!”… silencio total en el curso. ¿Qué son las islas Malvinas? Nos preguntamos mirándonos desorientados. ¿Adónde quedan?, ¿qué significa que “las hemos recuperado”, de quién, para qué, porqué es una alegría…?.
Con la formalidad correspondiente a la situación (sospecho) entra la profesora, (la más agria de todos los docentes) con un mapa enorme bajo el brazo.
Es  tan graciosa la imagen: ella es bajita, regordeta, con la cara redonda y los ojos saltones, tiene una pollera negra recta que le llega hasta bajo la rodilla y un pullover blanco sin ningún adorno. Extiende el enorme mapa planisferio en el pizarrón y con una regla señala: “Estas son las  Islas Malvinas. Estaban en poder de los ingleses, pero hoy, nuestros heroicos soldados las han recuperado.”
¡Ahhhhh! (pensamos) ahí están, tan chiquititas y lejanas, tan extrañas a nosotros, la profesora nos habla del mar. ¿El mar? ¿Cómo será eso? Agua, mucha agua y barcos… nunca vimos algo así acá en Salta, acá estamos lejos de todo, lejos de Buenos Aires, lejos del mar, lejos de esas islas Malvinas, lejos de la guerra también. Pero está lindo esto de que nos vayamos a la plaza a festejar, nunca fuimos a la plaza a juntarnos todos, porque está prohibido, pero hoy nos dicen que “tenemos” que ir. No entiendo nada, por si acaso salgo y me voy a mi casa.
-¡Papá, nos largaron del colegio! ¡Dicen que vamos a la plaza! ¡Dicen que recuperamos las Malvinas, que hay que festejar, que se las quitamos a los ingleses!
- ¿Papá? ¿Porqué llorás?, ¿por qué me decís que no hay que festejar? ¿La guerra?, ¿qué es la guerra, papá?
- ¿Qué por fin se cae la dictadura? ¿Qué significa eso papá?