domingo, 26 de abril de 2015

Sin lapiz, ni papel.

Un otoño del 2014 en la Provincia de Corrientes Capital, lo recuerdo tan bien, era de esos días donde el suelo se cubre del amarillo oro, de las hojas caídas, esa brisa que apenas se puede sentir, pero todos sabemos que esta, la podemos apreciar en el frio de nuestras mejillas y rojizo tono de nuestras narices. Tenía que ir cinco kilómetros hasta la escuela primaria “EL SANTO DE LA ESPADA” ubicada en la denominada y conocida zona de las mil, detrás del tanque de agua, a donde termina el recorrido del colectivo 104 “C”.  Debí salir de mi departamento como a eso de las seis y media, porque ocho menos cuarto debía llegar, tenía tanto miedo de llegar tarde,.
 Era primer día de clase como docente estaba llena de expectativas, mi primera clase, mi primer grupo de alumnos, ese día comenzaba mi rol  como MAESTRA, para la cual me prepare durante tanto, tanto  tiempo.  Cuando llego el momento tan esperado de dar ese paso a la docencia, me sorprendí, los  alumnos no tenían ni lápiz, ni papel, vi como todas mis expectativas quedaron en la nada.
Me llene de dudas,  sentía unas fuertes ganas de llorar, percibía como la angustia se apodero de mi cuerpo y su poder se reflejaba en el brillo de mis ojos. Al  encontrarme   ante dos opciones, me  retiro  o me convierto en docente. En ese preciso momento vi pasar todo mi sacrificio, lo que di, sufrí, padecí, prive, negué, acepte, compartí, extrañe, desarraigue, en fin viví como estudiante,  para  estar al frente de una clase, cara a cara a ese momento anhelado.
Fue posterior a esa introspección que  dije y me dije entonces… -¡Sea como sea pero hoy clases doy! Fue tan repentino casi sin pensarlo,  tome todas las decisiones urgentes, planifique la clase completa en la mente dejando de lado la secuencia de clases tan estudiada y autorizada por mi profesor de residencia.  Que comencé por  sentarlos  en ronda, tomé mi libro, comencé la lectura, el silencio abundo en esa aula fría y espaciada.
De pronto, como era sabido,   la lectura termino.  Ahí me encontré con ellos mis alumnos de sexto año “B”,  en aquel momento  surgió el dialogo con mucha fluidez alumnos, docente, pregunta va, respuesta viene, analizando el texto titulado “PERDER PARA GANAR” (http://www.shoshan.cl/reflexiones/perder_para_ganar.html  ), revisando el mensaje sublime que tenía para dar.
Una gran sorpresa me lleve, cuando empecé a dictar la actividad,  un chico dijo que necesitaba sacar sus útiles del armario para copiar. Sentí que mis ojos se salían del rostro, entonces conteste-Claro que si adelante retírenlas.
Sentí tal tranquilidad, que cuando volví a mirar a mi clase todos estaban escribiendo. Aprecié entonces que la decisión de permanecer adentro de esa aula fue la correcta. “La paciencia es una virtud docente” y  “El prejuicio un defecto social”.
Fue una de las experiencias más conmovedoras de mi profesión hasta el día de hoy, aclaro hasta el día de hoy, por qué los alumnos- ¡Siempre te pueden sorprender!

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