
Finalmente ese día llegó, la
certeza de que todo salga perfecto no siempre sucede, y así fue; veintisiete
alumnos de tercer grado estaban a mi cargo. La presión de la profesora de
prácticas observándome al igual que la docente de grado y el grupo de
estudiantes bastante heterogéneo, que no colaboraban para nada, no fue muy
alentador.
Fueron pasando los días y
comencé a utilizar diferentes estrategias para cautivar su atención y
entusiasmo. Clases más dinámicas con diferentes materiales que, hasta ese
momento, nunca habían visto en el aula.
Terminando casi septiembre
comencé a planificar la clase del 12 de octubre. Quería realmente que los
niños entendieran qué sucedió esa fecha, que no fuera un día más en el que se
conmemora y luego pasa al olvido; así que entre los escasos recursos de la
institución encontré un televisor, viejísimo pero televisor al fin y un
reproductor de DVD. De esta manera, pensando qué podía hacer con ellos, extraje
de un sitio de internet un video animado muy didáctico y no extenso, (era mi
principal preocupación dada las características del grupo), sobre el tema.
No voy a olvidar la cara de
felicidad de esos niños sentados en el piso, mirando por primera vez “tele” en
el aula. Después de ver el video, comentamos de qué trataba y demás, y lo más
sorprendente es que habían comprendido todo como si lo hubieran visto millones
de veces.
Además de sentirme
totalmente feliz porque alcancé el objetivo que pretendía, me sentí aún más
completa porque aprendí que no es necesario tenerlo todo para cautivar y
entusiasmar a los chicos. Tan solo con los pocos recursos que tenemos podemos
lograr lo que pretendemos y salir de la rutina de las clases, que es lo que más
nos agobia.
Florencia Della Valle.
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