Entre la educación rural y la urbana, entre el campo y la ciudad, entre el pasado y el presente...
Cuando
mi colega habló sobre su experiencia en educación rural y con gran emotividad
se expresó sobre la
nostalgia que le produjo ver a los niños alejarse en sus caballitos, en la
soledad de esos caminos hacia sus hogares al final de la jornada, tan solitarios, tan vulnerables;
una catarata de recuerdos se desató en mi mente, incontenible, pujante y arrolladora,
las imágenes danzaban con vida propia, y el viaje de regreso a mi propia niñez
fue desde todo punto de vista inevitable. Un viaje por los recuerdos, espiando
el pasado y desempolvando momentos vividos que quedaron grabados en mi memoria,
instantes compartidos que forjaron amistades verdaderas y perdurables… si
cerrando los ojos casi puedo sentir la brisa agradable en el rostro al cabalgar
en las cálidas mañanas de abril, acompañada por mi querido hermano, para vivir
día a día la increíble experiencia de ser alumna de una escuela rural.
¡Cuánta
diversión, cuanta ansiedad por encontrarnos con los compañeros, cuanta alegría
de poder compartir, cuanta necesidad de contacto con otros niños! Y cuántas
expectativas por aprender y escuchar los relatos de la “Seño” que venía de la
ciudad.
Ir
a la escuela era una aventura, los libros nos permitían soñar y descubrir
realidades que solo existían en nuestra imaginación, ávidos de conocimientos en
un aula multigrado con apenas 15 alumnos en total, lo que favorecía aun más el
aprendizaje.
Fue
entonces cuando comenzó a germinar la semilla de la vocación docente, producto de
la admiración y valoración por el trabajo de aquella abnegada maestra. Recuerdo
cuando organizó un viaje para visitar en la ciudad de Concordia un museo, recorrer la represa hidroeléctrica
de Salto Grande aun en construcción, conocer el río y el hermoso parque San
Carlos donde ahora también está la estatua del Principito, ver la ciudad, viajar en micro,
diferenciar arroyos de lagunas que cruzábamos en el camino... ¡Cuánto trabajo
extra, cuánta gestión y organización, cuánto esfuerzo, pero también cuán significativos los
trabajos que surgieron a partir de la experiencia directa! Si debiera buscar un
ejemplo para “aprendizaje significativo” sin duda recurriría a este paseo.
Hoy,
cuando mi hermano ya ha partido definitivamente, estos recuerdos hacen que
pensar en él sea algo grato, una caricia para mi alma dolorida, un soplo de frescos y naturales aromas campestres, sobre todo cuando estoy frente a un aula y debo pensar en dar algo más que una simple clase, o afrontar algún momento emocional, es entonces cuando
siento que él está conmigo y me acompaña, que esa historia compartida
construida entre risas y corridas hoy sigue viva y llega hasta mí para
enriquecer mi presente. Esto define mi ser docente, y me ayuda en aquellas
situaciones que necesitan consideración desde lo humano antes que desde
cualquier otro aspecto.
Aquí comparto un prezi que pretende ilustrar este relato:
Aquí comparto un prezi que pretende ilustrar este relato: