Recuerdo de una futura
docente por Andrea Errotabere

Pronto se hicieron las siete de la tarde, no había más por preparar. Todo en mi bolso, listo para nuestro primer
encuentro. Llena de expectativas e ilusiones, pasé por la casa de mi mejor
amiga. Era nuestro proyecto, estudiar juntas.
Al llegar, enseguida presentimos que no éramos las únicas que con
ansiedad esperaban ese día. Entramos, felices, era nuestro primer paso hacia lo
que tanto anhelamos, nuestro sueño de ser docentes. El olor a tiza, las aulas,
los colores, la bandera; era como recorrer en un instante nuestro primer día en la escuela primaria, pero esta vez era
diferente, ahora camino a ser futuras “seños”.
Fue difícil volver a encontrarnos con la lectura, los libros,
volver a escribir. En la primera actividadla propuesta docente era, en grupos,
leer un texto para luego compartirlo con el resto de los alumnos de la
comisión. Estábamos en ese momento ante la primera dificultad, no lográbamos
comprender la consigna. Pedimos ayuda enseguida, una de las profesoras de la
cátedra se acercó a nuestro grupo y nos orientó para que pudiéramos trabajar.
No sólo eso sino que se quedó unos minutos más intentando establecer un pequeño
diálogo, en el intento de establecer un vínculo con nosotros. A pesar de esa
primera dificultad y de muchas otras que se fueron presentando en el camino,
seguimos adelante.
Muchas fueron las experiencias vividas en estos tres años. Hoy, mi
primer día en el instituto, es un recuerdo. Me quedo con ese gesto amable de la
docente, que sin conocernos puso su empeño en mostrarnos, con su ejemplo, que
la docencia es más que un trabajo y una profesión: es el
compromiso de hacerse parte, es involucrase con el otro, es una forma de vida.
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